jueves, octubre 30, 2008

LO QUE SOMOS ES PARA SIEMPRE


Para acercarse al misterio de por qué Falange nos nació y nos empujó. Mensaje a un fiel camarada:

Alguna vez te dije, camarada, que el falangista nace. Mañana hará setenta y cinco años que lo dijo José Antonio. "Una forma de ser." Esa es la clave de setenta y cinco años y de nuestra persistencia. No hay más que un número determinado de modos de estar en la vida. El falangista es uno.

Esto significa que, por la fuerza, somos parecidos. Una comunidad natural, una dotrina que nos sale y no que nos entra. A veces, como los clásicos, hay que preguntarse Alma mía, ¿por qué? Porque así es la condición del hombre. Porque, del mismo modo que se nace con una capacidad inusitada para la música o para la matemática, se nace para lo que llamamos hoy Falange y que no es más que una configuración eterna. Una forma de andar hacia la redención. De esta materia se hicieron no pocos santos y no pocos soldados.

Alguna vez todos parecemos José Antonio. Claro que sí. Y alguna vez presentimos lo que diría en una situación o sentimos como nuestra aquella noche de pasión e inteligencia del 19 al 20 de Noviembre. Es como saber la proximidad de todo menos, quizá, de ti.

Cuando confesamos nuestra fe, cuando decimos el Credo, hay algo a lo que no se presta la importancia debida: La comunión de los Santos, esto es nosólo el cuerpo místico sino la comunicación -ser uno- de los que han triunfado de la muerte y los que seguimos militando.

En este mundo de esferas, la biosfera, la ionosfera, la estratosfera, hay una esfera del espíritu, de donde -esto también lo creyó Platón- nos llegan las ideas grandes: por eso se repiten a lo largo de la historia. No es raro, en la experiencia de todos, notar algo como la iluminación. Un amigo, poco antes de cruzar, me contó que él había tenido una idea especial, que, andando el tiempo, supo que coincidía punto por punto con una del Maestro Eckhart.

No es raro sentir cosas así, de las que te mantienen en el asombro, en un pasmo que no entendrás, quizá, hasta el final.

Ser falangista de natura es una condición difícil y no promete vida fácil ni alma aquietada. Somos vagabundos de la época, errantes de la justicia, porque ser falangista sin descanso y sin tregua no es uniforme que te puedas quitar en casa. Sabemos, además, que nunca veremos la Patria que ansiamos y que nos mueve, que algo nos obliga a ser puentes al mañana. Como si nos tocara vivir contra la vida común. A brazo partido contra la vida que no nos gusta, como no nos gusta vivirla en esta España, de nuevo atropellada. O siempre atropellada.

Vivir con el corazón arriba es difícil pero necesario. El amor -el de
España- que no se vive como lealtad, es una traición, un falso juramento.
Los falangistas, que tomamos la fidelidad muy seriamente, somos portaderos
de la luz, si no del rayo. Prometeos encadenados a nuestro fuego. Y,
entonces, cuando lo percibes del todo, algo te incita a llegar donde llegó
el amor de José Antonio. Y el de Ramiro y el de Onésimo. Llegaré, digo a
veces, donde vuestro amor.

Lo más notabe es que no podemos ser otra cosa porque no podemos dejar de
ser a capricho. Se es definitivamente y creo que para siempre y un día, si
la gloria nos rescata, seremos los mismos que somos yquizá sabremos por qué
Dios nos hizo así y con qué universal propósito.

Hasta entones, Rafael, la vida que no nos gusta, la Patria que no nos
gusta, la incomodidad que tampoco nos gusta pero de la que no escapamos. La
amenaza, la soledad y el fuego interior de Prometeo. José Antonio, con los
otros grandes, abrió una nueva puerta y hacia ella vamos, porque debemos. Y
también es nuestro débito a José Antonio, que tuvo la dicha de morir
sabiendo por qué.

Se nos han llevado,a volar, las cosas grandes y las enormes esperanzas
que presentimos. Dios sabe qué nos pasa. Entre nosotros, para uso interno,
nos decimos: Es que somos falangistas. Apenas polvo que, inesperadamente, se
pone en pie y clama. Y llama. Y confía.

Inconformistas, dicen. ¿En qué rincón del hombre está escrito que debe
aceptar lo que todos ven? ¿Acaso los mejores mundos no los lograron los que
no se estuvieron quietos en el suyo?

Arturo.

Y UNA RESPUESTA ACORDE

Creo que estas palabras tuyas aclaran muchas cosas. Al menos, para mí.

Ya te he contado que lo mío fue primero una reacción puramente emocional, y sólo despues llegó el razonamiento. Esto me afirma tu razón: es una forma de estar en la vida, una manera de ser. Nada fácil, porque nada que realmente merezca la pena lo es, pero que permite llevar la cabeza alta. Y eso no es poco.

Es cierto que no podemos ser otra cosa. Somos lo que somos y hemos nacidopara serlo. Otros, en otros tiempos, descubrieron y conquistaron mundos, y llevaron la palabra de Dios y la de Salamanca. O pusieron la muralla de pechos decididos ante el turco en Lepanto o en Viena. A nosotros nos toca guardar la llama y legarla al futuro.

Rafael.


Y EL FINAL:

Pero no santos, Rafael. O, a lo mejor, santos laicos, si es posible. Uno se siente distinto. Ya sé que todos tendemos a sentirnos sin igual y que libramos una batalla entre querer ser como los otros y desear ser únicos. Pero creo que el falangista de nacimiento es que se encuentra malo en el papel, en la época adocenada e incluso con  los pensamientos que le largan aquí y allá. Aun cuando los pensamientos y los roles eran más serios e importantes que ahora.

   Luego, de repente, te deslumbras. Sabes qué es lo que te pasa y tu nombre técnico; si lees a José Antonio y a Onésimo entras en un pasmo del que seguramente no se sale. Porque estás de verdad elegido para algo, a veces para portador de la llama, el fuego, hasta el mañana. A veces para testimonio, que es lo que significa mártir. A veces para la batalla, o para falangista desconocido. Y siempre, siempre, para entregarte a la causa perdida, que es la única causa verdadera. A la causa triunfante ya sabemos quiénes se adhieren y el nombre que se les da.

    Esto, que se dice tan de prisa, es fundamental: La lealtad a la causa perdida, porque no crees  que de veras lo esté y porque es un modo de probarse ante uno y ante los demás que comprendan. Por eso hemos hablado tanto de si nos gusta lo difícil. El enemigo te llamará de todo pero, al menos -porque así somos-, tendrá que decir: "leal y consecuente." Y, si no sabe tales palabras, "tozudo".

¿Acaso José Antonio no comprendía que aquella causa, solos contra todos y contra el mundo agusanado, era una causa imposible y perdida? Él, en defensa de su padre, hizo algo más que cruzar la cara a alguno que otro. Pensó en lo fundamental y tuvo el don de encontrarlo. Y lo llevó como un caballero. Por eso, se mire como se mire, la Falange es una escuela de caballeros y esa es otra de las cosas que molestan al rojerío. Lo llamábamos "estilo", pero es caballerosidad a gran escala.

Arturo.