martes, noviembre 28, 2006

EL TIEMPO CON LUCEROS

EL TIEMPO CON LUCEROS

Amantísimos Alumni: hoy vamos a considerar el mundo en relación con la Relatividad. Sacad el libro de “Verdades circulares confusas” y contemplad la portada, que causó gran disgusto entre el ala conservadora de los rectores de Trapisonda, que la acusó de proponer a los tiernos alumnos un imposible lógico. Una aporía como quien dice, porque, argumentaban, el infinito no existe en este universo.

Es un clásico: un joven sostiene un libro cuya portada es un joven que sostiene un libro cuya portada es un joven que sostiene un libro… No me he encasquillado. Pasados los cuarenta uno puede encasquillarse, pero este no es el caso. Uno de los efectos secundarios de la Falange, como de la cafeína y el tabaco, es que impide los encasquillamientos y el Alzheimer

Preguntemos al Bedel Arcadio: lleva tantos años mirando el dibujo de la dimensión temporal que ya bizquea sin causa. Arcadio, ¿ha sacado alguna consecuencia de estas tapas paradójicas?

-Con extrema dificultad, Rector. Tanto que durante los cinco primeros años pensé que se trataba de una alucinación causada por el morapio, señor. Pero luego me dije: si fuera por los caldos vería dos tapas y no infinitas. Infinitas repeticiones escapan a las normas del tintorro. Esto es algo más.

-¿Qué cree que significa al día de hoy, Arcadio?

-Una paradoja temporal, Rector. O sea, hoy estás aquí y mañana eres la copia de hoy, y pasado, lo mismo. Nada acaba de suceder porque sigue sucediendo a buen ritmo, señor.

-Alumni: digan ustedes “cáscaras”, con mucha fuerza tónica en “Cas”. Una forma hermosa de expresar la confianza que nos merecen las mentes de bedel. Siga, Arcadio.

-Sospecho que significa que las cosas suceden a la vez y que uno las ve de cerca o de lejos, según los dìas, la edad, la época y la presbicia o enfermedad del presbítero.

- Es lo que yo mismo me dije al verlo por primera vez: Aquí hay gato encerrado. No estoy viendo una portada sino una paradoja espacio-temporal que es un trasunto del universo. Tanto del sensible como del insensible. Aquí quisiera ver a Einstein explicando que las estrellas deforman el espacio y el tiempo. Quizá, pero ¿y los luceros? Porque hay tres luceros en la tapa del libro que muestra la tapa del libro que muestra la tapa del libro, y sucesivamente. ¿Cómo explicaría el genio la infinidad de luceros que transcurren por lo virtual? Algo es seguro: no son auténticos luceros sino abstracción artística. ¿Ha visto usted, Arcadio, algún lucero con esa forma de cuatro puntas en sus incursiones telescópicas por el sistema solar?

-Jamás, señor. Ni en la prensa, salvo cuando se habla de la OTAN, Rector.

Ahora analicemos la paradoja desde el punto de vista moral: ¿Es malo ver algo que se repite hasta el infinito? ¿Sí? ¿No? ¿Quién sabe?. Si consideramos a Dios con arreglo al catecismo, nos encontraremos con que lo ve todo. Lo pasado, lo presente y lo futuro. Y eso significa que, al menos en la mente de Dios, existe todo lo que existirá, y eso a veces provoca un espeluzno. La amenaza de llegar a saber quiénes somos y de dónde venimos. Va y viene la marea, orbita la Luna, gira la Tierra, corre el sol por el espacio infinito. Nada se está quieto y, sin embargo, todo se repite. Ver los ciclos eternos es un atributo de Dios, muchachos y Bedel, pero el hombre del tercer milenio lleva años tratando de substituir a Dios por el Estado y eso significa que le usurpa todos los atributos que puede. El Estado decide qué es verdad, qué es bueno, qué sucedió y qué sucederá y, ahora también, qué tiempos históricos podremos ver en cualquier momento, ad libitum. En el empeño hay algo de satánico, algo de querer escalar el cielo, levantar Babel o comer del árbol de la ciencia.

-Ciertamente. –dijo el Bedel Arcadio, siempre obsequioso con la superioridad mental.

-La pregunta que un educando falangista debe hacerse es de mucho empaque: ¿Puede el estado hacer eso? Moralmente, no. Físicamente, sí, debido a la electricidad y a la persistencia de las imágenes en la retina. De hecho los estados llevan mucho tiempo haciéndolo con el objetivo de echar a perder las almas al sumirlas en la confusión. Pero, antes de considerar cómo se saltan las barreras del tiempo, retrocedamos a una de las ambiciones imposibles del Estado liberal-socialista: La Sociedad Multicultural.

Hay gentes instruidas, como sabéis, que andan predicando que puede haber una sola sociedad víctima de muchas culturas a la vez. Lo están convirtiendo en un dogma laico del que picotean tanto liberales como socialistas: no habrá libertad en tanto que no puedan vivir juntos el cordero con el león, o sea, la cosa mítica. O utópica. Por la misma razón, mientras no convivan en una nación, al montón, católicos, reformados, musulmanes, judíos, confucionistas, animistas, nueva cocina, Teoría de Cuerdas y lo demás, chapurreando en todos los idiomas; tomando alcohol o marijuana, café o te y encegándose con el peyote, no tendremos una sociedad eficiente y justa.

Lo de menos es si es posible o no. Al dogma laico la posibilidad no le importa: si la gente lo cree, ya basta. No importa que las naciones y, antes, las Patrias, son generadas, cada una, por una cultura distinta a las otras, porque la propaganda equivale a lo real. Una cultura hace una sociedad, de modo que muchas culturas hacen muchas sociedades y eso conducirá a la división de la que sea tan necia como para intentar crear una sociedad multicultural en la que las gentes compartirán las calles, el papel moneda, los semáforos y poca cosa más.

En eso se basa la mundialización o el mundialismo, elijan palabra. Igualar el mundo por el desarraigo, la transculturación y por una lucha de culturas de la que alguna saldrá vencedora y dominante, dispuesta a someter y liquidar a las demás. Pero, además, los que planifican el futuro, muy conscientes de que no suelen salir a la primera los proyectos de ingeniería social, han añadido a la Multicultural la Sociedad Multitemporal, o sea, esa usurpación de la misión de Dios que antes os comentaba. Se han inventado el viaje en el tiempo a todas horas. Podéis decir «supercalifragilístico», con cuidado de no trabarse con alguna sílaba.

Es probable que una gran cantidad de población pensante no haya reparado aún en que vivimos a la vez en varias edades y resultamos influidos por las costumbres, la moral y las ideas que dominaron en cada una de ellas. O sea, la moral del principio del siglo 20, con miriñaque y polisón y con caballeros que procuraban cumplir su palabra. La sociedad de la primera guerra mundial, la moral del charlestón, meneando las rodillas bajo una falda corta o un pantalón acampanado… Están a nuestra disposición las películas y los documentales de más de cien años de cine televisión, todas ellas reflejando el ambiente, la forma de portarse, de vestir, de hablar, de rezar, de comer y las demás particularidades de cada momento. Vivimos a la vez muchas guerras por muchas causas, puritanismos raros junto con desenfreno; conceptos sobre lo sagrado de la vida y sobre la libertad del infanticidio y la eutanasia.

El tiempo, y más el del último siglo, tan acelerado y desorientado, equivale a otros mundos. Incluso es la caricatura de los universos ya pasados y de las ideas ya combatidas o fracasadas. Los ciudadanos que pueden viajar, ya, a lo largo de cien años y dejarse influir por lo que no existe, no tienen probabilidades de evitar ser víctimas de la confusión. Nada hay, ni actitud ni gloria ni jolgorio, que no podamos ver cambiado y anatematizado al minuto siguiente con sólo cambiar de canal. O sea, nada queda cierto y seguro mientras el presente copia del mismo presente, real o inventado, de otras culturas raras para nosotros: ¿O es que nadie ha visto, al menos, una película india, china, japonesa, australiana, rusa, francesa, italiana, sueca o española de firme moral socialista republicana? Vivimos distinto, creemos distinto, comemos distinto, estudiamos distinto y trabajamos todos por un pandemonium que nos volverá siervos de muchas cosas a la vez. De demasiadas.

Será difícil sobrevivir a una sociedad multicultural y multitemporal a la vez, que ya en bastantes casos vuelve a fabricar utensilios de los años veinte para el uso de los años 006 e importa modas de los años 30, más ideas, más el Acorazado Potemkin, más Ninochska, más diferentes cánones de belleza, hasta que carezcamos de idea de la belleza, de la paz, de la justicia, de la verdad, de lo que se sabe o no, de la modernidad o del necesario respeto al prójimo. Considerad el Biscuter como ejemplo. Arcadio, dígame: ¿podría usted vivir en el mundo de las Sandalias del Pescador y, a la vez, en Buscando a Susan desesperadamente?

-Lo considero altamente improbable, señor.

-Pues ahí vamos, queridos alumni. Y además quienes lo han programado no tienen por qué hacer ningún esfuerzo: las empresas en busca de beneficio ya se encargan de mezclar tiempos, modas, ciencias, artes y lo que sea. O sea, Arcadio, ¿podría usted sentir como arte legítimo el prerrafaelismo, el realismo soviético, el tachismo, el surrealismo y la abstracción, a la vez.

-Imagino que muchos de esos son conceptos que se excluyen.

-De donde se deduce que en una sociedad como la que ha llegado ya, el único vínculo, la única valoración de todo sólo podrá hacerse a través del dinero. No valdrán –ni valen ya- el criterio, el gusto personal, el respeto a las tradiciones o la voluntad de revolución. Tanto los muertos como los que van a morir nos dominarán y seremos un termitero necio donde parecerán aspectos de la misma verdad el “Valiente Mundo”, de Huxley, la caza del Octubre Rojo y el desembarco de Normandía o El Zorro.

En medio de todo, flotando como un corcho, las apoteosis de las enfermedades mentales, de la violencia, del autoritarismo, del belicismo, de la codicia indiscriminada y de la matanza callejera, más el desconocimiento masivo de la ciencia, de la lengua, de la geografía y de la historia. O sea, muchachos, una sociedad tan desequilibrada que es imposible extraerla de la decadencia, que nunca fue pobreza sino desembarazo de la realidad. Una servidumbre más de las muchas nuevas que nos va imponiendo la vida, que cuanto más intolerante es, más cánticos emite a la tolerancia y al condón.

El tiempo, como en la mente de Dios, ya sucede todo a la vez, pero nosotros no somos Dios, de modo que la confusión de Occidente es inevitable a no ser que las promociones que salgan de esta facultad se las arreglen para explicar a todos en qué trampa nos ha colocado un desarrollo que no supera los conceptos de hace 100, 50 ó 30 años y que explica, en buena medida, la pervivencia de ideas y moldes como el socialismo, el comunismo y la cosa escocesa del liberalismo. Las culturas distintas o las nuestras propias ya sucedidas, están haciendo imposible la aparición de la cultura necesaria para ahora mismo. Están impidiendo que pasemos todos a una nueva vida.

Rector Abundio, el amontillao.