lunes, abril 10, 2006

EL FUTURO COMO CAMPO DE ACCIÓN

SEGUNDA APERTURA DE CURSO.
Facultad de Falange

Alumni, autoridades inasistentes, polimórficos rectores. En la anterior apertura de este curso de la Facultad de Falange, el rector previo os ha dado un atisbo de las profundidades místicas del movimiento en que os vais a licenciar. Este otro rector que os habla, tiene la intención de poner un pie, o una mano, en cada uno de los reinos en que la Falange avanza: en el visible y en el invisible, con la intención de pasaros la buena nueva de que la vida apacible es posible si no nos olvidamos de las estrellas y de lo que hay por encima de ellas.

Esta lección magistral responde al título de «EL FUTURO COMO CAMPO DE ACCIÓN». Ya sé que algunos racionalistas me diréis: pero el futuro no existe, a lo que no hay más remedio que responder: “pero lo estáis pisando”. Y antes de ver lo que pisamos sin saber, hay que recalar en esa parte de verdad trasparente que nos mueve y dar un lugar de honor a la Poesía que Promete: un poema que no nace con una voluntad de partido, escrito por la hija de un guerrero que conoció la llamada de España en peligro y expuso vida y hacienda por ella en el azar de la guerra.

Polimórficos rectores y osados alumni, ved cómo el tiempo se encadena y se trenza con vida y nos enseña que no hay vida sin normas ni misterio y que para que alguien «sea» hay que ayudarlo. «Quien siembra muros, recoge soledades». Algo que los ya licenciados en Falange expresan con «Nescafé»: “No estáis solos, camaradas: Arriba Falange Española”.

Poneos en pié, respirad cuatro veces con el diafragma y abrid el corazón más limpio a este poema de Puriña, la hija del General Luengo, escrito a mayor gloria del ser humano:

DESDE LOS AFECTOS

¿Cómo hacerte saber que siempre hay tiempo?
Que si al tiempo le damos tiempo, el tiempo... tiempo da
Que nadie establece normas, salvo la vida
Que la vida sin ciertas normas pierde su misterio
Que ese misterio nos permite crecer
Que no está prohibido amar, que también se puede odiar
Que el odio y el amor son afectos
Que la agresión porque sí, hiere
Que las heridas se cierran
Que las puertas se abren
Que los afectos nos definen, que definirse es amistad
Que amistad es comunicarse, que comunicarse es hablar
Que hablar es acortar distancias, que encontrarse es muy hermoso
Que el sexo forma parte de la vida, que la vida parte del sexo
Que una ayuda es no hacer las cosas solo
Que para que alguien "sea" hay que ayudarle
Que hay más manos que la que esta al final de nuestro brazo
Que sin esfuerzo no hay paz, que sin lucha no hay victoria
Que nadie quiere estar solo, que para no estar solo primero hay que dar
Que hay que dar sin ofender
Que para que nos den, hay que saber pedir
Que saber pedir es la oportunidad de recibir
Que regalarse es en definitiva quererse
Que pava ser querido hay que querer
Que los mejores siempre dan lo mejor de si mismos
Que las cosas cara a cara son honestas
Que una conciencia tranquila es una fiesta permanente
Que para sentir la vida es necesario recordar que existe la muerte
Que se puede estar muerto en vida
Que toda esa vida nos cuesta aprender a vivir
Que se siente con el cuerpo y se vibra con el alma
Que con. los oídos se escucha y con la palabra se siente
Que cuesta ser sensible y no herirse
Que herirse no es desangrarse
Que para no ser heridos levantamos muros
Que quien siembra muros recoge soledades
Que quien siembra puentes recoge amistades
Que sobre ellos se va a la orilla y también se vuelve
Que volver implica retroceder, que retroceder puede ser avanzar
Que avanzar puede ser perdonar, que con el perdón llega la luz
Que con la luz amanece, que el amanecer nos trae de nuevo a la vida
Que lo que hayamos amado quedará, sólo.... cenizas el resto.

Alumni: estudiad lo previo: que aprender a vivir nos cuesta toda la vida y que todo lo que no sea la entrega del amor será ceniza. O sea, miremos el mundo tal cual, alumni y autoridades ausentes. Santigüémonos al mirarlo, porque es movedizo y oscuro.

¿Qué diríais que lo define? ¿Qué diríais que es? Porque se trata de algo más que una pelota de piedra, mar y fango, de alientos, cadáveres y polvo girando eternamente en el negro brillante del universo. El mundo que la Falange ve es el sistema del mundo: el hombre, gigante cosmos interior. Y la sociedad, incómodo mundo exterior en tanto no se haga a la medida del hombre.

La máxima hermética lo advierte: «lo de arriba es igual que lo de abajo» Os añado: «y lo de dentro a lo de fuera». Todo aconseja que el fuego constante del hombre se equilibre con la constante erosión que causa la sociedad. Esa sociedad que se ha extraviado: la sociedad siempre ordenó el mundo a su alcance y lo explicó. De esa explicación temporal y errónea, las más veces, ha salido la historia y nuestra costumbre peligrosa de actuar en función de lo que creemos cierto. Las sociedades se han hecho en torno a una explicación y un instinto.

Pero he aquí que un día lo cierto es que nada es cierto. Hay una certeza de la inanidad del hombre, como ya se os ha dicho. Y en esa incertidumbre desaparecen constantes universales, verdades que actúan desde el principio de los tiempos, que, para la Falange, significan los principios del hombre. Porque la Falange es un Término Justo y no un Término Medio. No es una suposición sino una búsqueda de constancias. Y hay una constancia terrible e infinita que se percibe apenas hojeando la Historia:

La Característica más notable de España es la Injusticia. Perdura porque favorece a los dos bandos que tienen y abusan del poder: a los unos les confiere impunidad y capacidad de explotación; a los otros, vivero para el cultivo desordenado de la venganza, olvido y explotación del débil. Nadie se engañe, que las dos Españas famosas son igualmente injustas, sólo que una más sanguinaria que la otra, por su exaltación del odio fácil.

Tuvo que nacer, y lo hizo casi en todas las épocas, una acción hacia el afán de justicia, un afán asombroso de sacudir el miedo milenario y dar la paz al ánimo para dar, desde ella, la norma justa. Pero esta misión que renace sólo está abierta a los perseverantes y España, mundo de tozudos no lo es de constancias, de trabajos largos y difíciles. Esto no es reciente. Quizá se ha agravado en los últimos doscientos años, pero, más probablemente, las malas artes de nuestro mundo actual se han apoyado en algo constante en los últimos dos mil años. Que sepamos.

El gran historiador Teodoro Mommsem, hombre que estudió con pena, amor y respeto a España, habla, en su Libro V de la Historia de Roma, de algo fundamental de la Historia de España al estudiar al hombre benéfico y genial que fue Sertorio, enemigo de Sila. Tras la muerte del tirano tuvo que ser asesinado por los suyos, romanos exilados encabezados por Perpena. Sin traición no se vence casi nunca a la verdad. Lo que dice, en la traducción de 1876, debiera afinar nuestra percepción de la difícil Patria en que Dios nos ha alojado:

«HISTORIA DE ROMA, LIBRO V

RÁPIDA DECADENCIA DE LA FORTUNA DE SERTORIO. DISENSIONES INTESTINAS EN EL CAMPAMENTO SERTORIANO. ASESINATO DE SERTORIO

…Su maravilloso genio no era suficiente para cambiar la naturaleza de sus soldados. La Landsturm española era lo que había sido siempre, insegura y fugaz como la ola y el viento: hoy se reunía en un ejército de ciento cincuenta mil combatientes y mañana se reducía a un puñado de hombres. En cuanto a los emigrados romanos, todo era indisciplina, orgullo y egoísmo. Los cuerpos especiales, o sea aquellos que exigen estar mucho tiempo sobre las armas, como la caballería, eran la parte deficiente de sus legiones, como puede suponerse. La guerra había arrebatado poco a poco a sus mejores generales y al núcleo de sus veteranos».

No es posible suponer que la faz tornadiza de los españoles de antes de Jesucristo, cuando el Duumvirato, pudiera deberse a la propaganda masiva que hoy soportamos. Tampoco se puede pensar lo mismo de la pluma libérrima de Mommsem en el Siglo XIX, aunque el XIX le diera perfecto observatorio de cómo seguían las cosas en España: disensión y falta de lealtad, esa lealtad que el historiador señala “insegura y fugaz como la ola y el viento”.

Las terribles carencias de España no han cambiado apenas. Ni godos, ni árabes, ni los nuevos bárbaros del Siglo XX, han modificado nada en cuanto a la constancia de la infidelidad de los españoles, que rechazan, siempre, las oportunidades de cumplir con la historia que se les ofrece cada poco. No hay perseverancia en el modo de ser que nos impone la cultura diaria, pero no siempre es debida a la mala fe, sino a una inocencia que espera ver cumplidos a cada instante los deseos importantes y que se decepciona si no se consiguen. Una actitud infantil ante las empresas necesarias. La Landsturm española.

Entre la variedad de formas con que el español se establece en el mundo, no más allá de doce, sólo dos son capaces de guardar la lealtad en todas las situaciones y de arriesgar en ello cualquier cosa. Luego se dirán las dos clases de españoles leales. Antes es el momento de recordar y profundizar en algunos hechos históricos: la Dictadura de Primo de Rivera, acogida como necesaria hasta por el incipiente PSOE de los Años Veinte, concitó tantas adhesiones que hizo por España mucho más que la posterior II República: la modernizó, la dotó de nuevas vías de comunicación, la electrificó, la industrializó y le dio más libertades de las que después se vivieron con Azaña. Fue traicionado por muchos, empezando por el Rey y tuvo que retirarse a Francia mientras aquí, los antaño fervorosos, empezaban una caza de brujas y una exigencia de responsabilidades. Sólo a su muerte el pueblo español volvió a testimoniarle el tributo de su agradecimiento: seguramente porque ya padecía a la ilegal II República, surgida de unas elecciones municipales que, además, ganaron “las derechas” aunque las izquierdas se declararan victoriosas y su majestad, impresionado, huyera de España creando un vacío y un problema que desembocaría en fanatismo salvaje y guerra

España abandonó a Don Miguel Primo de Rivera, al que tanto aclamó antes. Abandonó al Rey y sólo la intrepidez de un gobernante reimplantó la monarquía más adelante. Abandonó a la República en cuanto la suerte de las armas dejó claro su próximo fin. Abandonó a Franco cuando, a su muerte, ni su propio heredero fue capaz de hacer respetar su memoria. Para el falangista es preciso percibir que José Antonio, con apenas quince mil seguidores antes de ser encarcelado, pudo ver, antes de su asesinato por la legalidad de entonces, dominada por los sectarios, a cientos de miles de españoles vestidos con la camisa azul y verdaderamente jugándose la vida en el frente. La mayoría de corazón. Pero pocos eran falangistas: se trataba de un entusiasmo de los que España suele sentir, un misticismo a plazo fijo que fue trasladado a Franco tan pronto como se supo de la muerte del César.

¿Alguien creyó que cuando José Antonio Primo de Rivera afirmaba amar a España porque no le gustaba, trataba de hacer una frase chocante? Era y es la expresión de una voluntad de perfección, de la urgencia de restaurar una misión para todos y alcanzar, al fin, una España mejor. Esta que tenemos no lo es. Ni mejor, ni justa, ni libre, ni ecuánime, ni cierta, ni unida. Entregada, en fin, a la misma clase de hombres sin proyecto ni horizonte que hicieron posible la Guerra del 1936. Gentes repetidas y repetidos odios.

Ahora vuelven a quedar poco falangistas, pero muchos más que en 1936. Y no pocos que, sin ser falangistas del todo, tampoco lo dejan de ser del todo. Como en los tiempos de Sertorio, hay españoles leales a los grandes muertos y a las ideas amplias. Gentes que, si juraron, se atienen a ello, con independencia de sus miras personales. Y esas gentes, como antes decíamos, sólo son de dos tipos: Emotivos y activos ambos, los unos primarios (coléricos) y los otro secundarios (pasionales). El mismo José Antonio era una emotivo, activo primario, y todos sus historiadores han hablado de sus cóleras bíblicas, otra forma de decir explosiones de sentimientos vivos y urgentes.

Todos supieron crecerse en la dificultad y ninguno se engañó sobre lo difícil, casi imposible, de su empresa: una España nueva y mejor, cuando la España real estaba maniatada por los políticos y sometida al miedo, gran herramienta de la esclavitud. Esos españoles emotivos y activos, son el núcleo de la lealtad, de la intensa fe en la misión, de la asunción del riesgo, del vivo afán de justicia, de la vida ligera de las cosas todas. Del blanco misterio de la España Prometida. Son el núcleo de lo universal de España. La guardia segura de lo permanente, que sabe que estamos encadenados no por la historia de los hechos sino por la pervivencia de los modos.

Tras este movimiento de liberación de España, empujando a la Falange entusiasta, está una versión viva del Pecado original: El mal es la masa, el espíritu de manada, de tribu que, muy de seguido, suele apoderarse de España. Ese es el pecado original: el animal compartido en que nos convertimos al ser turba: una infraconciencia que nos devuelve a las emociones y los instintos bárbaros y elementales. La animalidad del hombre.

Ante la mentira general, Falange viene a decir que las normas no son claras y pide, desde hace muchos años, la norma justa para todos, que sólo existe, a veces, sobre el papel pero no sobre los hombres, que no son iguales ante la ley.

Mal momento para España cuando los partidos fueron regurgitados por sus cenizas.

EL RECTOR ENORME